lunes, 10 de diciembre de 2018
lunes, 12 de noviembre de 2018
Ensayo reflexivo en torno al cuerpo
Si
bien se describe al cuerpo como un mecanismo biofísico contenedor del alma,
para mí es el articulador de un espacio de resistencia o de re existencia como diría
Alfredo Ghiso –Educador Popular de Colombia-, en el que no se contiene el alma,
sino que esta se expresa y parte de ello, es el arte cultural del tatuaje.
Como
primer punto, para mí el alma no es posible de mantener eternamente capturada,
como si solo la muerte fuese un mecanismo liberador. No, para mí el alma tiene
movimiento propio e interactúa con el universo en función de la armonía de
quien esté relacionado directamente con ella, me refiero, al estado de
conciencia. Ya que, si esta conciencia no está en situación de armonía, poco
puede hacer el alma para ser entendida, por el hecho de no existir un canal
capaz de conectar ambos mundos.
Como
segundo punto, el arte cultural del tatuaje, además de ser testimonio viviente
del relato de una cultura en un determinado momento, ha evolucionado de lo
cultural a lo social, siendo parte del día a día de quien ha decidido pigmentar
su cuerpo o parte de este, insinuando parte de lo privado en las relaciones
públicas. Me refiero a verse convertido en un lienzo humano.
Como
tercer punto, puedo y quiero y debe hablar desde el yo, mi resistencia ha sido
tatuarme a pesar del riesgo que esto significa en función de mi profesión –Psicóloga-,
lo que da paso a mi re existencia, que es ser parte de este mundo enfrentando
las posibles discriminaciones. De hecho, he podido desarrollar estrategias de
contención ante situaciones de riesgo y apelo a vivir de manera consecuente, lo
que me ha triado dificultades que me han posibilitado fortalecer mi ser.
Dicho
fortalecimiento ha tenido costos, tales como limitación en oportunidades laborales,
pero en el fondo me ha salvado de instancias que podrían ir en contra de mi
bienestar. Y a su vez, dicho fortalecimiento me ha posicionado como una mujer
con determinación y con principios cada vez más afines a que esta alma sea
capaz de conectarse con el universo. Y es ahora cuando entro al cuarto punto,
los tatuajes y la sexualidad.
Desde
que tengo tatuajes, mi vida sexual se articula en torno a ellos, como, por
ejemplo, que quieran saber cuántos tengo, dónde los tengo, y qué se siente al
acariciarlos, y sí, la sensación táctil es diferente, es como si haya erotizado
todo mi cuerpo. Quizás, a veces, se interprete que por ser tatuada quiero
contacto todo el tiempo y no es así, para mí lo importante es lo que ocurre
antes del tacto, ya sea la mirada o la palabra, el olor y los sabores que se
compartan. Para mí la sexualidad y el ser tatuada es un complemento que
potencia la misticidad del momento.
Para
finalizar, debo reconocer que parte de mi historia y ser tatuada comenzó cuando
ya no encontraba formas de sacar de mi todo el dolor emocional que sentía. Tuve
depresión diez años. Apoyada con psicólogas y psiquiatras, con medicamentos y
terapias, no obstante, el tatuarme y el dolor físico que ello implica aliviaba
el dolor de mi alma, era como una forma de canalización. De hecho, puede ser un
tema físico, pero prefiero verlo a modo espiritual, pero desde que cada vez se
acercaba más el alta, menos dolía hacerme un tatuaje. Y ahora lo hago porque lo
disfruto y existe goce en contar mi propia historia, en mi propia piel.
A
modo de cierre, ser una persona tatuada me ha conectado con mi cuerpo, con mi
alma, con mi entorno. Desde el cuidado que se debe tener al cuidarlo, pasando
por los mensajes que nos entrega el alma que serán transcritos con pigmentos y
llegando a la comunicación con otro, ya que eso somos, seres sociales y con
corporalidades, tanto física como otras que no lo son y que intentamos saber
qué son, en lugar de disfrutarlas.
Disfrutemos
y disfrutemosnos.
domingo, 17 de junio de 2018
martes, 5 de junio de 2018
domingo, 18 de febrero de 2018
Suscribirse a:
Entradas (Atom)