domingo, 10 de febrero de 2019

Cartas encontradas entre las cenizas

Al llegar, me pediste una historia para poder dormir. Posterior a un abrazo y un beso, me lo pediste como si yo jamás me hubiese ido. No supe que cuento narrar, no recordaba ni clásicos ni leyendas, solo mis propias hazañas, que alguien de tu edad no debería ni escuchar ni vivir jamás.
Te mentí, te dije que estaba cansado, que no tenía cabeza para recordar, y no era así: los recuerdos me inundan, al igual que el dolor, al igual que haber querido cambiar las cosas desde un principio... Quizás jamás debí haberme ido, jamás haberlos abandonado, jamás haber luchado ni matado ni sobrevivido, pero no, ya lo hice, ya lo viví, ya es parte de mi historia, y por lo tanto, de la tuya.
Hijo mío, espero poder terminar esta carta para mañana, para que cuando despiertes y la puedas leer, comprendas que la historia no es siempre como la primera vez que te la cuentan, que tu alegría al verme no es más que parte de una versión que es cómoda de creer... no soy un héroe, fui y soy un asesino, alguien que aniquila sueños propios y ajenos.
La guerra no ha terminado, es un par de días vendrán por mí y deberé hacerme el sorprendido. No le digas a tu madre, no le digas a la familia. Lee y quema esta carta, y con ella mis fotos y mis recuerdos, ya no soy quien era antes de partir. 
Me iré, me volveré a ir una y otra vez. Te abandonaré, te traicionaré. Aliméntate de ese dolor y se capaz de enfrentarme cuando sea el momento, cuando tu, pequeño mío, debas ser el héroe.
Un beso, por favor, odiame, te ama, papá.