martes, 16 de julio de 2019

Brandi

Al menos una vez al día, llega a esta maldita ciudad una mujer llamada Brandi queriendo cumplir sus sueños. Ella era Brandi y no Brandy, apelando a las destilerías clandestinas, al igual que su mirada caída. Jamás miraba a los ojos, ni cuando era su turno en el tubo, tal como su último día, cuando cayó rendida y no fue socorrida pensando que era parte del show. La noche anterior habíamos conversado bajo la bruma matutina. Tres cajetillas vacías. Descubrí que ella no era diferente al licor: ella era un brandy con máximo grado de alcohol y el mínimo grado de simpatía. Ella no era diferente a una mujer con el corazón destrozado, no era diferente a una mujer violentada, y no era diferente a quien despierta cada día sin vivir sus sueños. No era diferente a quien se consume a sí mismo. Ella era Brandi, y no puedo contar su historia. No sé su nombre, no sé su edad, la identificación era falsa. No la contraté, sólo le permití ser parte del espectáculo un par de noches. No pude declarar ni a su favor ni en contra. Solo sé que hoy iré a casa y le preguntaré a mi hija como estuvo su día. Esta maldita ciudad no merece más Brandis queriendo cumplir sus sueños.

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