Pensar que hace unos meses atrás los domingos por la tarde eran para pasar la resaca, seguir drogándose o tener sexo hasta que el sudor fuese incomodo. Quizás salir a pasear sin importar la opinión del resto. Vivir el domingo como si el lunes no existiera ni mucho menos el resto de la semana. Todo comenzaba el sábado por la noche, o se extendía desde el mismo viernes. Fue una época irresponsablemente feliz. Me sentía con el derecho y el deber de destruirme. Y eso hice. Ahora solo queda el sabor en la garganta y ese ardor nostálgico, secar las lagrimas que dan comezón en el rostro y organizar el día sin sorpresas, sin llamadas, sin mensajes. El día es mio, solo mio, sin razones para compartirlo. Puedo estar desnuda si así quiero, pero da igual, antes igualmente lo estaba jeje.
No más trago, no más drogas, no más sexo, no más risas, no más llanto. No más, porque así se quiso.
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