miércoles, 18 de noviembre de 2015

Simultáneo

Le pregunté al demonio que ríe y llora al mismo tiempo, que qué había aprendido del odio y la furia. Detuvo su andar sobre sus dedos callosos, sus brazos seguían rotos y extendidos a sus costados, sus alas estaban erguidas, voltió un tanto su cabeza, más no el cuerpo y con la boca entreabierta y sus ojos negros completos susurro en silencio un recuerdo. Las lágrimas no demoraron en bañar su rostro. No fue necesario entender sus palabras. El demonio estaba destruido.
No le di las gracias ni tampoco pedí perdón por interrumpir su paso melancólico. Me sonrió, rió y lloró al mismo tiempo y se marchó. Se convirtió en mil y un cuervos negros, Dejando uno conmigo. El cuervo me miraba en silencio, se acercó a mí y se posó en mi pecho, recostó su cabeza en mi hombro y simuló quedarse dormido. Se apegó tanto que su silueta se dibujó en mi cuerpo y cada cierto tiempo cambiaba su posición sin alejarse de mi. A veces me hablaba, a veces se burlaba, a veces lloraba, a veces reflexionaba, a veces recordaba y a veces me hacía olvidar su presencia.
Quise buscar al demonio que ríe y llora al mismo tiempo, retornar a él su cuervo, pero el cuervo ya era mío o yo de él, estábamos unidos, tal como las emociones de aquel demonio, tal como aquellas palabras que no oí y que me condenador a tal maldición de sentir y no sentir al mismo tiempo.

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