domingo, 31 de julio de 2016

Y entonces, me presentaron al miedo, en medio del glamour, bajo el bullicio de historias exageradas y comentarios que no venían al caso. Tomó mi mano y caminamos en silencio, hasta el punto en que la música nos detuvo. Sus ojos reflejaban mis labios y con ello sabía que leía más de mi de lo que yo suponía entregar. El miedo me conocía desde antes, desde aquellos días en que dormía con la cabeza tapada, evitando saber cuando apagaran la luz. Desde aquellos días en que caminaba de prisa evitando calles solitarias. Desde antes de mi, el miedo estaba ahí, mirándome crecer, alistado para nuestro enfrentamiento, sereno, confiado en sumar preseas doradas a su favor. El miedo se movía con elegancia, arrogante, sonriente. Yo sonreí ante mi reflejo, reí y lloré al mismo tiempo. El miedo se detuvo, entendió el mensaje sin palabras directas. Me dejó en medio de la fiesta. Era mi fiesta. Dejé de sentir miedo, y volví a serlo.

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