martes, 14 de julio de 2020

El tiempo se detuvo, lo último que recuerdo fue la explosión y yo volando. Mis brazos se extendieron por sobre mi rostro, por sobre mi cabeza. Por fracciones de segundo pude pasar de mi forma humana a mi forma de bestia. Parte de mi piel se quemaba, mis piernas, mi vientre desnudo, mi torso. Poco a poco el pelaje me cubría y me salvaba de mayores daños. ¿Por qué Caperucita? ¿Acaso le creíste a los cerdos? No, no fui yo quien soplo y soplo y derrumbo sus casas. Yo le dije al cerdo más joven que la hierba tierna no, que debía ser paja, pero aun así no lo recomendaba. Yo le dije al cerdo de al medio que la madera no debía estar mojada o su casa se agrietaría, pero que aun así no se lo recomendaba. Yo fui quien ayudó al cerdo mayor, él era mi amigo, yo ayudé con cada ladrillo, yo subí a su tejado. Y no caperucita, no fui yo quien en venganza quemó sus casas con ellos dentro. Yo intenté salvar a mis amigos y entonces la encontré: tu caperuza entre las cenizas. Tuve miedo y fui por ti, caperuza quemada en mano. Y entonces te vi, riendo, comiendo tocino, junto a tu abuela y tu madre la supuesta desaparecida. Sentí ira, desprecio y explosión, el cazador vengaba a sus amigos dejándose caer del techo rodeado de explosivos. El tiempo se detuvo, lo último que recuerdo fue la explosión y yo volando. La caperuza volaba a mi lado, destruida y aun así te recordé en ella sonriente. Caigo al suelo, me hago un ovillo, caen las cenizas, me sacudo y me levanto. Ya no estas Caperucita, ni tú, ni tu madre, ni tu abuela, ni el cerdo joven, ni el del medio, ni el mayor, ni el cazador, solo quedo yo y mi forma de bestia con mis emociones más humanas.

No hay comentarios: